lunes, 9 de marzo de 2009

Transformaciones, (des)integraciones y agronegocios

El siguiente es uno de los artículos del Nº 122 de Estudios. Sus autores, homenajean a través del profundo análisis de la temática, a la memoria de Ricardo Cayssials. Con él trabajaron hasta sus últimas horas, y el reconocimiento que ellos realizan es plenamente compartido por la Revista.




Las nuevas dinámicas rurales en Uruguay


El campo uruguayo tal y como lo leían e interpretaban docentes, científicos y políticos, dista mucho de los territorios rurales en este inicio del siglo XXI. El sector agropecuario en Uruguay se ha caracterizado en los últimos años por un proceso de transformación, con importantes cambios en la base productiva y social, debido principalmente al avance de la superficie ocupada por dos monocultivos - soja y forestación – acelerando las tendencias históricas de concentración de la producción y desplazamiento de agricultores. Estas transformaciones recientes, en conjunto, presentan su mayor incremento en los últimos 5 años y afectan al conjunto del sector agrario del país. Esto se sostiene porque se compite por la tierra agrícola disponible, el destino del capital, la disponibilidad de trabajo; porque se produce la modificación del paisaje rural y también por el modelo de transformación secundario asociado (exportación a granel y producción de pasta de celulosa).



Las consecuencias de estos procesos presentan una diversidad de facetas que aún no han sido evaluadas:
· El impacto económico. Se va generando una tendencia dinámica de crecimiento económico en algunas zonas del país, que difiere de las tendencias tradicionales. Así se genera un sector empresarial fuerte que desplaza a productores tradicionales (pequeños y medianos productores, así como asalariados rurales).
· Una serie de impactos multifacéticos. El sector ganadero es desplazado desde tierras con alta aptitud agrícola ganadera hacia tierras de menor nivel de productividad.
· Impactos sobre el sector lechero. La lechería, que tradicionalmente y en especial en los últimos años, encuentra un importante contexto internacional favorable, excepto en esta última crisis, sufre limitaciones para asociarse con estas nuevas producciones, tal cual lo realizaba con el sistema agrícola convencional.
· El progresivo abandono de las rotaciones agricultura-praderas. Esta tecnología perfectamente ajustada a las condiciones ambientales y sociales del espacio agrario, hoy es sustituida por sistemas de cultivo continuo, generando en los primeros años de aplicación algunos síntomas de aceleración en la degradación de tierras.
· Las transformaciones del paisaje agrario y el avance en la fragmentación de los espacios naturales, con un aumento sostenido en la presión sobre los «campos naturales».

Estas transformaciones comienzan a constituir una preocupación a nivel de la opinión pública, a escala rural, pero también progresivamente comienza a ser un tema de debate a nivel urbano. Sin embargo, la generación de información sobre los efectos de estos procesos, las evaluaciones de tendencias, los escenarios futuros y la construcción de alternativas, son mucho más lentos que la manifestación de las transformaciones. La información generada se reduce en algunos casos a cifras estadísticas, evaluaciones de impacto puntuales, análisis de los efectos sobre algún compartimiento de la naturaleza (agua, suelos), evaluación de algún contaminante en el ambiente. Pero siempre se trabaja con información parcial.
A manera de ejemplo, desde hace más de dos décadas las plantaciones forestales avanzan aceleradamente en nuestro país, alcanzando a cubrir más de 1:000.000 de hectáreas, con cambios asociados en el uso del suelo agropecuario, sustitución de praderas por plantaciones, extranjerización de la tierra, transformaciones en el ciclo hidrológico y en el suelo, así como modificaciones en el hábitat rural. Los enfoques para tratar de explicar los cambios generalmente han sido parciales y no incorporan un conjunto de variables que posibilitan explicar la implantación de un modelo que reduce los grados de libertad productiva.
Las tierras forestales se concentran en el eje Rivera-Tacuarembó, en los departamentos de Río Negro y Soriano y en las serranías del este. Además de las infraestructuras de plantas de procesamiento de la madera en aserraderos, los cambios más dinámicos se presentan asociados a las instalaciones de la planta de celulosa en Fray Bentos.





Evolución de la superficie forestada (en has.) en Uruguay (1991-2006)



En los últimos años el sector presenta una nueva transformación: la eliminación de los subsidios directos al sector (2005), algunas acciones del Estado tendientes a regularlo y la instalación de plantas de transformación de la madera en pasta de celulosa en el litoral y plantas de producción de paneles de madera en el noreste. En conjunto se consolida la presencia de grandes operadores transnacionales que controlan hegemónicamente el sector. Estos operadores son de origen finlandés, español, canadiense,
norteamericano y chileno principalmente. En el litoral oeste del Uruguay se estima que más del 70% del área forestada es realizada por dos empresas, cuyo principal objetivo es abastecer sus propias industrias de celulosa. (Arbeletche, et al. 2007).
La distribución geográfica de los monocultivos forestales en el Uruguay responde a una triple lógica espacial: se desarrollan territorialmente en las áreas decretadas de prioridad forestal (lo que permitió a los productores
acceder a los beneficios económicos) o en aquellas áreas favorecidas por las condiciones ambientales (fertilidad de suelos, disponibilidad hídrica, tierras de fácil laboreo) y disponibilidad logística (proximidad a carreteras, puertos).
Otro cultivo estrella: la soja
A partir del año 2002, otro monocultivo avanza en el campo uruguayo: las plantaciones sojeras que se expanden sin precedentes (Gráfica 2) llegando a ocupar más de 440.000 hectáreas, concentradas en el litoral oeste como consecuencia de la expansión de la frontera agrícola argentina. Estas superficies de soja responden a inversiones realizadas por grupos empresariales argentinos y empresas trasnacionales, que encuentran en nuestro país importantes beneficios para la implantación de un cultivo industrial con creciente demanda en el mercado internacional. La soja se convierte en el principal rubro de la agricultura nacional, desplazando a la producción de arroz, que durante muchos años constituía el principal generador de excedentes exportables del sector agrícola nacional.


Las plantaciones de monocultivo de soja se localizan en el litoral oeste del Uruguay: en Soriano y Río Negro principalmente, pero también en Salto, Paysandú y Colonia. Este proceso conduce a generar una situación de «veranización» de la agricultura en Uruguay liderada por el cultivo de soja,
vinculado a una oferta hegemónica de tecnología compuesta de semillas transgénicas resistentes al glifosato y paquetes de siembra directa. Un mercado internacional relativamente sostenido, un paquete tecnológico que asegura una productividad media entre 1500 y 2000 Kg/ha y el libre ingreso de capitales al sector, generaron un escenario positivo que despertó el interés de grandes inversores (muchos de ellos extranjeros) Las lógicas de producción son muy diferentes a la del agricultor «tradicional», ya que estos actores encontraron en la agricultura una atractiva opción para realizar inversiones que podían llegar a ser seguras y que generaban rentabilidades competitivas con otros sectores de la economía (Arbeletche et al, 2007).
Por lo tanto, en nuestro país y en la región, se ha generado un conjunto de transformaciones en los últimos años, que provocan cambios en los paisajes, en las lógicas de producción e inversión y que acrecientan la demanda de un sistema logístico que debe acompañar este nuevo modelo de agroproducción. Se expanden y consolidan los agronegocios con la aparición de nuevos actores que valorizan estratégicamente nuestros bienes ambientales, lo que conlleva el avance de la fragmentación de los espacios rurales.
Las infraestructuras de transporte y de logística que viabilizan estos dos monocultivos exigen importantes inversiones, así como imprimen cambios en los paisajes. Las carreteras y los sistemas de navegación fluvial,
constituyen importantes corredores de circulación de inmensos volúmenes de mercaderías con destino a la exportación. Por otra parte, la planta de celulosa, los puertos y los silos como puntos focales, introducen un importante dinamismo local. Se generan transformaciones en los sistemas territoriales que deben ser reinterpretados geográficamente.
Una nueva concepción territorial se presenta con lógicas de inclusión y exclusión, con grandes cambios en los ecosistemas tradicionales. Se van diseñando transformaciones en lo que refiere a la sustitución de la producción de alimentos destinados a las sociedades humanas, para incorporar suelos y aguas a la producción de celulosa, tablas aserradas o soja como alimento animal o materia prima para la elaboración de aceites que no se vinculan con nuestras lógicas de producción o alimentación.
Las transformaciones en el medio rural uruguayo, se presentan con gran dinamismo en el litoral del Uruguay, lo que conlleva a analizar estos cambios teniendo en cuenta la evolución de los sectores tradicionales con procesos de retracción territorial y la expansión de nuevas producciones y logísticas territoriales (Achkar, Domínguez y Pesce, 2006). Por otra parte, otro tema que se introduce en la agenda política del agro, es el de los agrocombustibles, que pueden vincularse con el potencial productivo que tiene nuestro país para cereales y oleaginosos, así como su vínculo con los cambios en la matriz energética nacional entre otros ejemplos. (Achkar
y Domínguez, 2008)
Ante esta nueva situación, debemos reflexionar sobre el dinamismo, los cambios, los procesos de inclusión y/ o fragmentación territorial que se registran en el medio rural, así como la incorporación de nuevos actores empresariales nacionales, regionales o trasnacionales. Todo nos remite a los valores estratégicos, tanto ambientales como territoriales, que poseemos y que son muy valorizados por las empresas trasnacionales.
Las redes de infraestructura que «integran» Sudamérica (IIRSA)
Por otra parte, aparece a otra escala, la de Sudamérica, el diseño de cientos de proyectos asociados a la construcción de redes carreteras, hidrovías, oleoductos, gasoductos, puertos, aeropuertos que consiste en lo que se da en llamar IIRSA, la Integración de Infraestructura Regional Sudamericana. Un nuevo mapa logístico que permitirá la circulación rápida de mercaderías, materias primas estratégicas, desde los lugares de extracción hacia los puntos de salida. Nuevamente nuestro mapa de Sudamérica se diseña desde los centros de poder, focalizando las principales riquezas del siglo XXI: agua, suelo, biodiversidad, petróleo, minerales metálicos.
Esta iniciativa de integración que surge en el año 2000, es desconocida por la absoluta mayoría de los ciudadanos sudamericanos, porque no ha sido difundida como debiera de acuerdo con su importancia. Pero el accionar de grandes grupos de inversores dibuja, diseña, construye y transforma nuestros territorios y nosotros permanecemos ajenos a la lectura y análisis de los mismos. Sólo consideramos la instalación de un puerto, un aeropuerto, el mejoramiento de determinados tramos de carreteras o de puentes, la construcción de un oleoducto o gasoducto. Pero lejos estamos de visualizar un mapa de integración, donde otros actores geopolíticos nos integran para la extracción eficiente de bienes de la naturaleza y mercaderías destinadas al mercado internacional (Achkar y Domínguez, 2006) Es así que se van diseñando en nuestros territorios sudamericanos las grafías del poder.
Los agronegocios: otra lógica de las empresas trasnacionales
Por otra parte, la división territorial del trabajo en materia agropecuaria, se ha sustentado a base de la disponibilidad y características cualitativas de los bienes naturales -tierras fértiles, accesibilidad hídrica y condiciones climáticas-, la extensión geográfica y la posición estratégica. Los bienes ambientales y las diversas ofertas ecosistémicas de nuestros territorios se han transformado, desde la lógica capitalista, en las variables económicas de mayor rentabilidad, lo que ha generado la aparición de los agronegocios como un complejo espacio económico en el que convergen inversiones de capital trasnacional en el conjunto de las actividades y sectores vinculados a la producción, distribución y comercialización de productos agrarios a escala global en el que nuestro país no queda ajeno (Achkar, Domínguez y Pesce, 2008)
La introducción de la lógica capitalista transformó a la cultura agrícola en agronegocio; así es como los objetivos y fines de las actividades agropecuarias se centraron en maximizar la producción a través de la imposición de un paradigma distinto, sustentado en la eficiente gestión de las denominadas empresas rurales. Con empleo de maquinaria agrícola sofisticada, el uso de volúmenes considerables de energía, la utilización de agroquímicos, la incorporación de semillas artificiales (obtenidas en laboratorios), que son los rasgos más destacados de esta modernización, se fueron adoptando en la agricultura pautas de producción basadas en la racionalidad urbana industrial.
En las últimas décadas del siglo pasado, corporaciones trasnacionales de la producción de alimentos y materias primas agropecuarias han consolidado monopolios, que concentran las cadenas productivas de manera integradora. Se fusionan empresas dentro del mismo rubro para evitar competencias, se absorben otras, se reparten mercados, y tantas acciones empresariales y políticas como sean posibles para consolidar los agronegocios.




De la agricultura al agronegocio: un tema de capital



En los agronegocios se pueden identificar distintas fases concatenadas y cada vez más interdependientes y que son:
- Fase Pre-Agrícola: está circunscripta a los laboratorios y a las estaciones experimentales, y principalmente localizada en los territorios de los países «desarrollados». Allí es en donde se desenvuelven las investigaciones científicas y adaptaciones técnicas que derivan en nuevos inventos y/o innovaciones que, aplicados en la fase agrícola, permiten maximizar la producción y minimizar tiempos y costos de inversión. Conforma una fase estratégica en la actualidad de los agronegocios, pues es cada vez más considerada como la principal ventana de oportunidad empresarial y motor de creación de nichos de mercado, que coadyuvan a consolidar los oligopolios.
- Fase Agrícola: incluye el conjunto de actividades productivas enmarcadas dentro del sector primario de la economía. Se desarrollan en los espacios rurales y tienen los denominados bienes de la naturaleza como sustento productivo: edáficos, hídricos y genéticos. La producción de materias primas y alimentos destinados a abastecer el mercado global es el motor en esta fase.
- Fase de Distribución: son todas las actividades de expansión de los centros de distribución que favorecen la extensión geográfica de insumos, productos y servicios proporcionados a los productores para hacer lo más eficiente posible al conjunto de las fases integradas a los agronegocios. Quedan incluidos en esta fase el acopio y la comercialización a gran escala, de la producción agroalimentaria.
- Fase Industrial: abarca el conjunto de procesos industriales de transformación de productos agrícolas en materias primas especialmente para la fabricación de alimentos y bebidas. En un proceso que se incrementa, las empresas alimenticias tienden a monopolizar los mercados, para lo cual manipulan la demanda a través de la propaganda y políticas de «marketing».
- Fase Comercial: se consideran todos los mecanismos de venta de los productos de origen agrario a los consumidores finales, incluyendo todos los niveles de intermediación. En esta fase aparecen en escena las cadenas de hipermercados que se imponen en los territorios como grandes espacios concentradores de la comercialización y el abastecimiento de rubros alimenticios a los consumidores finales.
- Fase de Servicios: refiere a las operaciones que constituyen el soporte de las actividades de producción, manufactura, circulación, distribución y almacenamiento, tales como tecnología de la información y servicios financieros.

La producción de alimentos y los agronegocios


El monopolio corporativo de los agronegocios nos hace analizar específicamente sus impactos sobre la seguridad y la soberanía alimentaria en territorios concretos.
Durante el transcurso del siglo XX, la tecnificación, la mecanización y modernización en la producción agraria se presentan desde el discurso dominante como los pilares fundamentales para el logro del incremento de la producción alimenticia y la disminución del hambre en el planeta. Lejos de solucionarse el problema del acceso a alimentos en cantidad y calidad como un derecho humano esencial, la desigual distribución ha tendido a aumentar. En América Latina el 40% de la población estaba en situación de pobreza en el 2005 (CEPAL). Este porcentaje no debería ser una valoración cuantitativa más, ya que esconde la increíble cifra de 209 millones de personas. De ese 40%, el 15,4% vive en pobreza extrema e indigencia, cifra equivalente a 81 millones de personas que no acceden a alimentos en cantidad y calidad necesarios para abastecer la dieta alimenticia básica, en una región productora y exportadora de alimentos.
Tradicionalmente se ha planteado que entre la producción y el consumo de alimentos parece saltearse la distribución justa de los mismos, tan necesaria para satisfacer las demandas alimenticias de todas las personas. Sin embargo, el problema se sitúa en otras coordenadas: la extranjerización de la tierra como proceso de contra-reforma agraria y la producción de rubros agrarios destinados al mercado global. Y en los últimos años, debido a la crisis energética, se agrega al debate desde la dimensión ética, la producción de rubros agrícolas con la finalidad de producir combustibles para abastecer los altos índices de consumo de las sociedades del Norte.
La utilización de espacios ambientales en los denominados territorios del «sur» a los efectos de producir alimentos para abastecer a la población de los países del «norte» pone en evidencia que el sobre-consumo y el sub-consumo son dos caras de la misma moneda. Desde ese lugar es que se discute la viabilidad de la seguridad y soberanía alimentaria de los pueblos acorde con sus necesidades de alimentos culturalmente determinadas y a las potencialidades productivas de los territorios.



La valoración espacial del capital: los territorios «eficientes»



La imposición de los agronegocios en los territorios rurales es realizada bajo el impulso dado por megacorporaciones trasnacionales cuyas casas matrices se encuentran principalmente en Estados Unidos y países europeos. La misma se acompaña con el discurso de la obligada reconversión productiva como venta
na de oportunidad al desarrollo para los países del Sur.
La adopción del modelo y sus lógicas inherentes, tales como la permeabilidad política y cultural para adaptarse a la innovación, la apertura a las inversiones del capital, producir para exportar, incrementar los excedentes, especializar la producción de bienes alimentarios, son las bases promisorias para convertir las economías atrasadas de los países del Sur en «geografías ganadoras».
Para el capital trasnacional los «territorios eficientes» son aquellos escenarios que desde el punto de vista político, económico y cultural fueron acondicionados a través de las ideas e infraestructuras para recibir y hacer eficaz la inversión extranjera directa (reproducción ampliada del capital que se cuela a los territorios rurales).
Los agronegocios constituyen una modalidad organizativa del capital que está sustentada bajo la lógica industrial y que promueve maximizar la producción a costa de minimizar el conjunto de los costos, alcanzando los precios más altos en la comercialización de los paquetes tecnológicos asociados a las semillas y los precios más bajos en los commodities y materias primas de origen agrícola. Se trata de lograr la optimización de los factores de producción en función de la reproducción acelerada y eficiente del capital de inversión.
Los métodos de esta forma de producción «científica» se sustentan sobre la base de: a) los requerimientos del mercado global que impone qué, cuánto y cómo producir, b) la gestión financiera y empresarial en la búsqueda de la máxima eficacia económica y rentabilidad en cada una de las etapas integradas a los agronegocios. Es una modalidad intensiva en cuanto a la inversión compleja del capita, c) una cadena de actividades especializadas desde el punto de vista productivo, ambiental y territorial a partir de la valorización sectorial y unidireccional de la diversidad de bienes y servicios ecosistémicos, d) la aplicación de tecnologías muy «modernas» y especializadas para la monoproducción a gran escala, e) la homogeneización y uniformización de los padrones de producción, distribución, comercialización y consumo y f) una banalización de la diversidad de «culturas agrícolas» bajo la etiqueta de lo ineficiente, no rentable, inviable, poco productivo.
Los pilares de la racionalidad empresarial en la gestión de los territorios rurales han implicado dualismos bien reconocibles: a) Se ha incrementado la producción de bienes alimentarios desde el punto de vista cuantitativo pero ha disminuido la producción de diversidad alimenticia. b) Se ha vuelto eficiente la gestión de los recursos naturales que sustentan la fase agrícola capitalista pero han aparecido signos elocuentes de ineficiencia en la sostenibilidad del modelo: erosión de suelos, contaminación hídrica, incremento de insumos energéticos. c) Los volúmenes de las cosechas han crecido a ritmos de progresión aritmética y ha decrecido en progresión geométrica el número de
productores rurales y campesinos. d) El uso intensivo del suelo, de los recursos hídricos y genéticos, ha significado la pérdida de biodiversidad en su sentido amplio: cultural y ecosistémico. La homogeneización de los paisajes rurales extensivos ha desplazado la diversidad de los sistemas agroalimentarios locales.
Los agronegocios constituyen hoy una forma impuesta de pensar, actuar y gestionar la producción, distribución y comercialización de alimentos que opera en una escala logística global y bajo el auspicio del capital trasnacional. Se presenta la oportunidad de lucrar con una actividad geopolíticamente relevante como es la decisión de qué, dónde, cuánto, cómo y para qué producir alimentos. Las transformaciones estructurales que han convertido la cultura agrícola en empresa agraria han sido producto de un proceso de cambio de racionalidad en la gestión de los bienes ambientales y culturales presentes en los territorios rurales y que son patrimonio de las comunidades.
Como proceso, la consolidación de los agronegocios significó la intensificación del dominio del capital en los territorios rurales convirtiendo la producción, distribución y comercialización de alimentos en un conjunto de actividades estandarizadas que responden a la lógica economicista del capital, despojándolas de las dimensiones históricas, culturales, políticas y ambientales.
Así se fue incorporando a los territorios rurales una división técnica del trabajo con una base superespecializada en la gestión de los principales «recursos naturales» que tiene como máxima expresión el latifundio mono-genético que para la lógica empresarial es eficiente y produce la concentración de la tierra, monopolio sobre la gestión del agua y la imposición del monocultivo extensivo.
En síntesis, los agronegocios como forma de gestión de los sistemas ambientales para la producción de bienes agrícolas según los requerimientos del mercado global han significado la realización de un conjunto de ajustes estructurales vinculados a la producción y consumo de alimentos a partir de la aparición en escena de dos nuevos actores protagónicos: las corporaciones trasnacionales y el mercado. Quedando relegados los pequeños y medianos productores, así como los asalariados rurales y el logro de la soberanía alimentaria.
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Dr. Marcel Achkar*
Dra. Ana Domínguez*
Lic. Fernando Pesce*



(*) Docentes e investigadores del Laboratorio de Desarrollo Sustentable y Gestión Ambiental del Territorio. Facultad de Ciencias. UdelaR.


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